lunes, 6 de abril de 2009

La Saeta

No soy persona religiosa, pero no puedo evitar cada primavera, emocionarme con las tradiciones populares que me rodean, con aquello que desde muy pequeña he vivido.
Los naranjos en flor me recuerdan que la Semana Santa está a la vuelta de la esquina, que pronto el maravilloso aroma del azahar se mezclará con el olor a incienso y a cirio.
Que volveré a oír el sonido del paso cadencioso y cansado de los horquilleros, que las túnicas y las capas de los nazarenos volverán a volar al viento mientras agitan sus campanillas...
Sonido de tambores y trompetas; de saetas, hermosas y desgarradas, que de forma espontánea arrancan los fervorosos cantaores de sus gargantas.
Todo está a punto para que comience el espectáculo; porque para al fin y al cabo no es ni más ni menos que eso: TODO UN ESPECTÁCULO...

Dijo una voz popular:
Quién me presta una escalera
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno.

Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos
siempre con sangre en las manos
siempre por desenclavar.
Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz.

Cantar de la tierra mía
que echa flores
al Jesús de la agonía
y es la fe de mis mayores.
Oh, no eres tú mi cantar,
no puedo cantar, ni quiero
a este Jesús del madero
sino al que anduvo en la mar.
La saeta, Antonio Machado.
Música, Joan Manuel Serrat.
Por si alguien quiere hacerse una idea de lo que hablo:
Aunque jamás será igual que verlo en vivo.

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