sábado, 15 de septiembre de 2012

Y te salgo al encuentro


E. Hopper, Habitación de hotel (1931)

A veces,
cuando el verano enciende las glicinias

y la tierra es un pecho que se abrasa,
te busco entre la gente, en las aceras
de una extraña ciudad a la que siempre
sueño que no he llegado.

Como excita
el polen a la abeja, me provoca
aquel olor antiguo que en la piel me encendiste
y organizo naufragios para escrutar los mares
por si ya eres espuma
o recurro a otro tiempo para ver si las horas
pueden dar con tus señas.

De noche escribo cartas a ríos que conozco,
por si pueden traerme noticias de tus aguas,
y te salgo al encuentro en el jardín
si oigo al sauce que imita el ritmo de tus pasos.

Otras veces, con frío,
la luz -ya casi cobre entre las ramas-
me soprende en el parque
recogiendo las hojas de noviembre
por si descubro en ellas signos tuyos.

Te llamo y se me queda de témpano la voz,
y me levanto el cuello del abrigo
para que no se enfríe aquel último beso.

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