© Foto Luisa D. Camacho
Hay un cansancio de la
inteligencia abstracta, y es el más horrible de los cansancios. No pesa
como el cansancio del cuerpo, ni inquieta como el cansancio del
conocimiento por la emoción. Es un peso de la conciencia del mundo, un
no poder respirar con el alma.
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