Mi casa está colmada
de tu ausencia.
Se dibuja el recuerdo
por las blandas paredes
del olvido.
Espinas de la tarde
me acarician
con la hiriente dulzura
en tus manos.
¿Qué aflictivos senderos
cruzarán el feliz
horizonte
de las lágrimas?
¿Dónde hallaré tu rostro?
Cae la luz en mis ciegos
ventanales; la escarcha del ocaso
enciende la nostalgia
de la aurora;
fustiga a mis corceles
la indolencia.
Espejea en mis ojos
el hueco de tu imagen;
me ensordecen, me alocan,
voces de tu silencio,
y me estremece el tacto
del vacío.
Las horas pasan lentas
sobre el curso
de la vida.
Un musgo húmedo y verde
alfombra mis pisadas
por un pasillo rojo,
llameante.
Hoy estás más presente
por tu ausencia,
hoy lates en el ser
de mi nada.
Habitas en el aire
de rincones desiertos
y llenas mis estancias.
Descubro la alegría
y me acosa el dolor.
Sigue en mí aunque lejano:
eres sol luminoso
en mi noche.
Renaceré en la muerte
con tu presencia viva.
Emma Margarita R.A.-Valdés
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