lunes, 25 de octubre de 2010

Junto a mí



… que levanté la vista y allí estaba.
No hubo presagio alguno. No hubo trueno
que perturbase mi estudio sereno.
Ni vi la luz de Dios que se mostraba.

No oyose una trompeta angelical;
no oí el rumor del mar o de la brisa;
ni pareciome oír infante risa,
ni el chorro de agua clara en un brocal.

En el sofá, dormida, se encontraba.
Y pude ver un ángel, una risa,
el mar, un niño, un trueno o tal vez dos,

el agua que algún pozo me otorgaba,
el íntimo susurro de la brisa…
La prueba fehaciente de que hay Dios.

Paulino Navarro

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