Hay muchas cosas
buenas que salen gratis. Pasear por la mañana temprano, cuando el sol
es tierno, tímido como la brisa que coquetea con las hojas de los
árboles. Caminar de madrugada por calles tan llenas de gente como en
los mediodías del invierno, para asombrarse de la euforia silenciosa de
las parejas que se besan en los bancos, o apoyadas en los pilares de
las plazas porticadas. Los que viven cerca del mar lo tienen fácil,
pero también es una fiesta meter en una tartera la comida prevista para
consumir en casa, despacharla sobre una manta, en la hierba de algún
parque, y tumbarse después a la sombra. Asistir a los conciertos de las
bandas que suelen tocar en quioscos de parques y plazas mayores los
domingos por la mañana. Y frecuentar las bibliotecas públicas, mientras
duren.
Hay muchas cosas buenas que salen muy baratas. Una
botella de vino para beberla despacio, en casa, al atardecer y entre
amigos. Un buen libro de bolsillo, que proporciona una emoción que dura
más que el vino y cuesta casi lo mismo. Un cine de verano, el lugar
ideal para hacer manitas. Una ración de ensaladilla rusa y dos cañas,
en la terraza de un bar cualquiera, antes o después del cine de verano.
Enamorarse es un milagro todavía más barato, tan caro que, sin
embargo, no se puede fabricar.
El verano es el tiempo de
la felicidad. Apúrenlo y no piensen en el invierno que nos espera.
Porque nuestros abuelos lo tuvieron muchísimo peor que nosotros y si no
hubieran vivido, si no hubieran sabido disfrutar de la vida, si no se
hubieran enamorado en tiempos atroces, nosotros no estaríamos aquí. Si
existe una cosa que sabemos hacer bien los españoles es ser pobres. Lo
hemos sido casi siempre, pero eso no nos ha hecho más desgraciados, ni
más tristes que los demás. Recuérdenlo y sean felices, porque la
felicidad también es una forma de resistir.
Almudena Grandes
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